Mientras el conflicto en Irán no se recrudezca, o lo haga hasta niveles no extremos, no parece que pueda ser un problema grave para la bolsa. Veamos por qué.
En primer lugar, destaquemos que en la zona del golfo hay hostilidades (a veces entre países vecinos o por guerras civiles) que atacan los activos petrolíferos, bajando la oferta de crudo y subiendo el precio del mismo. Pero no parece que sea el caso de este conflicto: tanto Israel como USA son selectivos en sus ataques, dirigidos a objetivos militares o nucleares, y no a los activos productores de petróleo. Poco riesgo en este frente.
En segundo lugar, Irán puede amenazar con cerrar el estrecho de Ormuz; pasa por ahí el 20% del crudo y ese cierre sería dañino. Pero, a pesar de que el parlamento ha aprobado ese cierre, el supremo no lo ha ratificado, porque el principal daño será para el propio Irán, que verá disminuidos sus ingresos justo cuando más falta le hacen para financiar el conflicto.
No sólo eso, sino que el problema del precio del petróleo hay que ponerlo en perspectiva. Las rentas del petróleo son un 1,5% del producto mundial. Si se doblase su precio, el daño a los países no productores sería quizás del 1,5% del producto, y solo para un año. Luego el precio del petróleo volvería a caer cuando se calmase el conflicto. No son grandes cifras.
Asimismo, el precio spot (entrega inmediata) del crudo ronda los 65$ por barril, pero el forward a un año (entrega en un año pero pactada hoy) está por debajo de 62. Esta caída del precio conforme se pacta la entrega para una fecha futura, también llamada “backwardation”, indica que hay oferta abundante y que ahora estamos en un tensionamiento de precios transitorio.
Es cierto que el conflicto pudiera recrudecerse, y que la zona es un polvorín. Pero, cuando hay guerra, los países productores de petróleo quieren producir y vender el máximo para financiarla, por lo que el aspecto clave, que es el precio del crudo, no parece presentar grandes riesgos. No es de extrañar que el efecto en la bolsa haya sido moderado.