Ante la complicada situación en Oriente Medio, nos preguntamos cómo y en qué medida puede afectar a las bolsas un conflicto Israel-Irán.
Es importante señalar que todos los analistas coinciden en que Irán no desea un conflicto a gran escala, pero sí quiere aparentar poderío y determinación ante sus seguidores.
Todo indica que Israel responderá militarmente. La respuesta más probable (y menos dañina para el resto del mundo) es la destrucción de infraestructuras militares. Otra posibilidad es un ataque a las élites gubernamentales. La última posibilidad es dañar la economía iraní destruyendo infraestructuras petrolíferas, pero eso provocaría un fuerte aumento de los precios del petróleo y la consiguiente inflación, algo no deseado por Occidente. Los analistas se inclinan por una combinación de las dos primeras posibles respuestas.
A largo plazo, lo que realmente preocupa a Israel es el programa nuclear de Irán y se espera que continúe intentando retrasar su desarrollo. Quedarían totalmente descartados ataques a instalaciones nucleares por las devastadoras consecuencias que tendría para una gran zona geográfica.
Irán es un país rico en petróleo y gas, además de dominar el estrecho de Ormuz, por donde transita el 20% del petróleo mundial. Tengamos en cuenta que otra vía habitual es el mar Rojo, pero actualmente está poco transitable a causa de los ataques hutíes desde Yemen.
Si sólo es Irán el país afectado, podríamos compensar una posible carencia energética con Arabia Saudí, acérrimo enemigo de Irán, produciendo más barriles, e incluso con EEUU, hoy con excedentes energéticos, aportando petróleo y gas a la desabastecida Europa. Temporalmente, los precios de la energía subirían, afectando a empresas intensivas en su uso como las acereras, industriales o químicas. Sin embargo, a medio plazo, los precios se podrían contener.
No se prevé una escalada del conflicto más allá de Irán, ya que, como país chií, no encontrará apoyo en los países sunitas (casi todos los demás del mundo islámico).
El riesgo presente es que Irán lleve a su pueblo a una guerra abierta con Israel, situando al país en una economía de guerra, cerrando el estrecho de Ormuz y disminuyendo significativamente la producción de petróleo y gas. En este caso, los precios de la energía y el transporte se dispararían y la inflación no se podría contener, cosa que acabaría afectando al consumo y las economías y mercados bursátiles. Este escenario es poco probable ya que Irán no cuenta ni con el apoyo interior ni exterior para enzarzarse en una guerra de estas dimensiones.
Irán, por su parte, buscará mantener en el poder a las élites clericales y no perder poder económico. Veremos cómo se desarrolla la situación, pero, en cualquier caso, ante graves problemas geopolíticos aconsejamos mantener la calma ya que, incluso provocando fuertes caídas, estas tienden a recuperarse en plazos cortos.